Recuerda algún momento de tu vida en el que lo veías todo negro. No te preocupes, todos nos sentimos así de vez en cuando. Recuerda qué sentías. Lo más probable es que te venga una única emoción o sentimiento predominante: rabia, desesperanza, indignación… Pues bien, esta es la capa más superficial de tu estado emocional. Es lo que ves desde lejos, como un paracaidista que se acerca a la zona de aterrizaje y sólo distingue zonas arboladas, matorrales o claros. A menudo, esa emoción, al ser percibida claramente en la distancia, nos puede hace pensar que es la más relevante o la única. Pero casi nunca es así. Voy a tratar de mostrarte que la emoción que ves puede ser nada más una manta que actúa tapando lo más importante.
Por ejemplo, de cuando en cuando todos podemos reaccionar con rabia o enfado en una situación (sí, esto también nos pasa a todos). En esos momentos vemos tan nítidamente la rabia que sentimos… que se nos olvida mirar más allá. Concretamente, debajo. Si nos internamos en esas zonas ocultas, a la sombra de los árboles, podemos descubrir que en realidad la emoción clave que alimentaba la rabia era la frustración, si un imprevisto nos ha roto has expectativas, o la ofensa si nos sentimos ignorados o insultados.
Vamos con otro ejemplo. Cuando nos sentimos tristes, a menudo lo atribuimos a problemas cotidianos o a un malestar indefinido. Creemos que por etiquetar la tristeza ya hemos hecho el trabajo y podemos pasar página. Pero la tristeza es una emoción que nos da muy poca información y va siempre acompañada de otras que le dan sentido y contenido. Puedes sentir tristeza por decepción, por desesperanza, por baja autoestima o por sentirte rechazado, entre otras. Por último, hay personas que sienten enfado en situaciones en las que se sienten expuestos y vulnerables. Lo curioso es que algunas de esas personas no llegan ni siquiera a percibir la emoción inicial -el temor o inseguridad- y sólo son conscientes del enfado, que no es sino una reacción o defensa ante la emoción principal.
¿Por qué es importante saber lo que hay debajo de la emoción predominante o «emoción manta»? Por algo que es clave: la información relevante suele estar debajo. Si nos quedamos en la superficie nos perderemos el mensaje que nuestro sistema emocional quiere enviarnos. Si tras la rabia, encontramos que hay injusticia, podremos hacer un plan para buscar una solución que nos permita recibir lo que merecemos. Si descubrimos que nuestra tristeza esconde debajo un sentimiento soledad, nos haremos más conscientes de que necesitamos más vínculos, y así podremos ponernos manos a la obra y buscar afecto.
A partir de ahí, como sabemos que rumiar puede ser muy negativo, necesitaremos volver a nuestro estado de ánimo previo al cabo de un tiempo, mayor o menor según la importancia de la situación. Y he aquí una razón más para no quedarse en la superfice: no ser conscientes de lo que sentimos en toda su profundidad, cuando la situación lo merece, hará que nuestro malestar dure más tiempo, y que nuestros intentos por sentirnos mejor sean infructuosos.
Es cierto que a veces no es fácil definir lo que sentimos más allá de esa emoción superficial. Eso que llamamos granularidad emocional, que es la capacidad para discriminar entre nuestras emociones y sentimientos, se ha visto en la investigación asociado a numerosas consecuencias positivas. Afortunadamente, es algo que se puede entrenar (puedes hacerlo con la app MyEmotions).
En resumen, no te fíes de las «emociones manta» y aprende a bucear en tus emociones: Lo que sientes es importante.
Gonzalo Hervás – Universidad Complutense de Madrid
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